Podemos afirmar que, puede favorecer significativamente a ambos, si varones y mujeres viven reconociéndose como personas distintas pero complementarias.
Por Dirección de Comunicación. 15 enero, 2021.(Artículo elaborado por Rosa Monzón Ríos, egresada de la Maestría en Matrimonio y Familia del ICF).
El 2021, hemos iniciado el año cargados de propósitos y retos que afrontar. Esto nos alienta a realizar cambios y mejoras en nuestra forma de pensar y actuar para aportar al bien común y asegurar el crecimiento y armonía que tanto necesitamos.
Uno de esos propósitos a nivel personal, como sociedad y como país, debería ser la eliminación de todo tipo de violencia, especialmente contra la mujer, de modo que, de acuerdo con lo promovido por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) seamos capaces de “denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y reclamar políticas en todos los países para su erradicación”.
Es conocido que, en no pocos lugares, la violencia sobre las mujeres y los problemas asociados no se han superado. Desde finales de los 60, la mujer ha sido atacada –no necesariamente defendida– con discursos enmascarados de igualdad. Se promovió su inserción en el mercado de trabajo remunerado con el fin de que recupere su libertad. Esta estrategia no dio tregua a la unicidad de vida de las personas. El foco estuvo centrado en el éxito, lo que condujo a muchas a separarse de su familia, a posponer decisiones como el matrimonio y la procreación.
Los cambios en la cultura promovieron una noción de maternidad como obstáculo para la realización femenina, dejando de lado el valor de la vida humana por nacer para dar paso al aborto como un derecho más.
Cuando la mujer ha querido afirmar su identidad en la sociedad, las alternativas encontradas han sido competir o imitar al varón, o suplantarlo; todo esto alentado por corrientes marxistas, que proponían anular las diferencias y difundir la utopía del género neutro.
Burggraf, reconocida filósofa, recoge la mirada visionaria de San Josemaría Escrivá con relación al hombre y la mujer: “tienen exactamente la misma dignidad. Ambos son inteligentes y libres; a ambos les fue confiado el cultivo de la tierra como tarea común, y ambos poseen una última y exclusiva relación inmediata con Dios. Nadie es más que otro, ¡ninguno!”
Podemos afirmar que, puede favorecer significativamente a ambos, si varones y mujeres viven reconociéndose como personas distintas pero complementarias. En estos tiempos de culturas ideologizadas y de pandemia, qué importante resulta volver la mirada a lo esencial y lo duradero para edificar una cultura del amor. De este modo, unidos, podremos afrontar cualquier circunstancia adversa que se nos presente.
Con pandemia y sin ella, debemos eterna gratitud a la institución familiar formada por varón y mujer.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.